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Luis II de Baviera. Enteramente ajeno al mundo que se estaba volviendo industrial, el soberano de un pequeño olimpo poblado por cisnes, héroes, santos y pecadores murió ahogado en el lago de Starnberg (se suicidó) cuando contaba solo cuarenta y un año. Poco antes había sido destronado: "demasiado loco para reinar", en opinión del gobierno de Munich.

A lo largo de la historia de las monarquías, nos hemos encontrado, y no pocas veces, con tragedias que tenían que ver con  muertes prematuras, asesinatos,  intrigas que terminaban con nobles etc; nunca nos hemos  sorprendido de esa manera en que se desarrollaban los acontecimientos en palacio. Sin embargo yo, al encontrarme con este texto de Mario Pasi ,he querido escribir sobre esa vida, la parte más humana de este polémico rey que tan distintas emociones suscitó en su tiempo.

Luis II de Baviera, hijo de Maximiliano II, llegó al trono en 1864, con poco más de 18 años. Seducido por los grandes ideales del arte, los poetas lo adoraron (Paul Verlain lo definió como el único rey de su siglo), pero su pueblo pronto lo abandonó: creador de castillos costosísimos, dilapidador de la hacienda real, financiador de las operaciones teatrales de Richard Wagner, Luis prefirió el sueño a la realidad, la fábula a la vida. Mandó recubrir las paredes de su más fabulosa residencia con los Tristanes e Isoldas, los Parsifales y Sigfridos que poblaban su morbosa fantasía.

Castillo de Neuschwanstein

A escasa distancia de los Alpes, parece flotar sobre las nubes, al norte se abren las llanuras y se destiñen los lagos de la Baja Baviera. Las blancas torres del castillo, dignas de los cuentos de Perrault, y tan amadas por Disney, perforan el cielo con sus agudas puntas; desde abajo suben los turistas a quienes el rey hubiera preferido calificar de peregrinos.

El rey es Luis de Baviera, el castillo de cuento se llama Neuschwanstein; un maravilloso juguete, visto desde fuera, un capricho brotado de la locura, de la impotencia, de la ilusión. Richard Wagner; el compositor de El Anillo del Nibelungo, abrió el corazón del pequeño rey de Baviera, con su «arte» . Luis es muy joven, apenas ha cumplido los 18 años y se  inclina de un modo absoluto y enfermizo  por el compositor, se deja atrapar por Wagner que le maneja como una marioneta, con el cinismo de un hombre de negocios a quien siempre se le escapa el triunfo en la Bolsa. En sus lujosos castillos, Luis quiso creerse un héroe, un poeta medieval, un poeta arrepentido. En las paredes de sus aposentos tomaron forma las escenas de las óperas wagnerianas.

El Santo Grial

Entre filtros, violencias, traiciones e incestos , Wagner dibujó un infierno absurdo, aplacado sólo por la fuerza que desencadena el poder, el oro. En este increíble mundo donde sagas, mitos y leyendas se entrecruzan y confunden, Luis está rodeado de los caballeros de la Tabla Redonda, los templarios, resplandece el Santo Grial , la copa que contiene la sangre de Cristo, símbolo de lo sagrado y parte integrante de infinitos poemas del Medioevo. Luis intuyó la múltiple e ilusoria capacidad tranformística de Wagner y posiblemente hasta lo identificó con Dios, él podía salvarlo de las bajezas del mundo, pero lo cierto es que Wagner se comporta como un banquero: deja para el rey los dones del espíritu, para sí quiere dineros y teatros. El rey Luis se podía decir que era puro en sus desvaríos, al encargar a un grupo de artistas bávaros las pinturas y frescos, destinados a adornar las salas de sus castillos, quiso que se atendiera fundamentalmente a las antiguas fuentes, los documentos de la historia; se creyó los personajes, compartía con ellos, los engaños, las traiciones, la paz victoriosa, pero la copa del Grial se muda en una horrible pesadilla en el vaso colmado de alcohol. Luis quiere creer en la bondad , pureza, en los cantores,  en los enamorados que aparecen en los personajes de Wagner, intenta alejarse de la mediocridad y a veces no es capaz de distinguir la realidad de las representaciones  de la ilusión que  a menudo se organizan en sus castillos. Cuando Luis conoce Neuschanstein es un castillo en ruinas pero escribe a Wagner «El lugar es uno de los más bellos del mundo». Y en ese momento todos los problemas financieros del músico se terminaron. El proyecto de restauración fue confiado en 1867 a Eduard Riedel, consejero real de construcciones, el cual, siguiendo las instrucciones concretas del soberano compuso un edificio románico, inspirado por completo en los lugares wagnerianos, pero encaminado a recuperar lo que de verdad estaba en las leyendas.

Parzival en busca del Grial

Con tal fin la decoración plástica y pictórica, propuesta por Hyazinth Hofman, debía tener en cuenta todos los «conocimientos científicos».   Fue un trabajo ingente y muy diluido en el tiempo.

Isolda (Tristán e Isolda, leyenda medieval de origen celta -siglo XII)

A partir de 1880 Julius Hofman se encargó de las obras , siempre controlado por Luis. Los pintores que trabajaron en los frescos no hicieron obras maestras, pero obedecieron a las peticiones del rey sin plantearse problemas. Eran artistas modestos, pero fueron capaces de dejar una impronta de gusto, en aquel mundo tan alejado del pensamiento moderno y de las novedades de la ciencia. Los artistas de valía del momento no quisieron intervenir en la fábula del rey loco. Traicionado y abandonado por Wagner, que después de las engañosas seducciones de la pureza y del Grial había enseñado el rostro del bandido ávido de dinero, desentendido de los sufrimientos ajenos, al acecho de mujeres casadas… El pobre Luis perdió a su amante platónico, y se precipitó al descrédito y el vicio. En 1886 se termina el castillo y en ese mismo año el rey es depuesto. Wagner murió en Venecia en 1883 . Tres años después el rey Luis cerró su vida terrena en las frías aguas de un lago.

La muerte de Luis fue una muerte trágica; se suicidó tras haber sido depuesto, arrastrando consigo a las aguas del lago Starnberg a su médico. Nos lo cuenta Klaus Mann (1906-1949), hijo de Thomas en su hermoso relato «La ventana enrejada». También Klaus Mann murió suicida. En una de sus páginas Luis se encuentra hablando con su médico Gudden sobre las distintas formas de gobierno; llegado un punto el rey replica…»Nosotros,  los reyes- entiéndame bien, querido amigo- nosotros, los monarcas, somos verdaderos anacronismos en transformación. Los tiempos modernos pertenecen  la ciencia, los auténticos poderes dominantes de la época son la psiquiatría y el capital financiero.»

Linderhof

Herrenchiemsee

Luis conservó para el mundo sus castillos, y ahora ya no es el necio muchacho que cultivaba sueños imposibles y vivía de un modo indigno; ya no es el que se humillaba ante el dios Wagner y se equivocaba en las jugadas políticas; ya no es el infeliz soberano que se sintió abandonado por su ídolo, insultado públicamente por los burgueses, y detestado por los pobres. Es ahora un príncipe de fábula, constructor de castillos encantados, de deliciosos jardines, decorador lujoso de estancias poco amadas por la luz, el amo del kitsch de finales del XIX, el inventor de un mundo ciertamente moderno, hasta el punto que hoy los » Castillos de Luis» contribuyen a la felicidad de los niños, pues Neuschawanstein es un símbolo de las diversa Disneylandias.

Hohenschwangau

Los turistas visitan este increíble parque de atracciones, ven el cisne y la barquilla, la gruta de Linderhof, los pavos reales, las mitologías y los cantores de aquella Edad Media, ansiada por los románticos e inventada por juglares. Los visitantes quedan fascinados por las estructuras de los castillos, y quedan atrapados en las palabras del guia cuando les relata las aventursas de Parsifal, de Isolda y de las brumas nórdicas que poco tienen que ver con Baviera agrícola y boscosa perfumada de hierbas dulces y de leche. ¿ Que pensaría de todo ello hoy un Luis vuelto a la vida?